5 de septiembre de 2014

Reflejos

  LOS REFLEJOS DE LA VIDA

El cielo azulino, con pompones de nubes y  un radiante sol; son los tres complementos que le dan un ritmo de vida a cada día.



Son las diez de la mañana. Al parecer hay  una competencia entre el tiempo y las acciones del hombre, corren rápido las manecillas del reloj;  pasan los segundos, los  minutos  y las horas. La humanidad también  compite con el reloj busca ganarle al tiempo,  aunque a veces  lo logra, pero deja de lado sucesos tan importantes que lamentablemente ya no puede recuperar...

Me encuentro sentada en la azotea de mi casa, observando fijamente  los acontecimientos que  ocurre a mí alrededor, de pronto  al  frente de mi vivienda se va aproximando    a su  balcón    un hombre  de contextura delgada, de aproximadamente 1. 68 cm, su piel es de color canela, sus ojos son negros claros, de cabellos negros con  toques de blancura (las famosas canas)   reflejando la edad que tiene, debe de ser 58 años. En su rostro hay unas líneas denominadas arrugas,  es como si el tiempo haya pasado bruscamente y el artista  dibujase cada experiencia vivida en cada línea.

Su mirada refleja  preocupación; su cuerpo se ve decaído y  su rostro refleja desgano; parece que está enfermo. Momentos después,  empieza a tocarse el abdomen  lentamente va presionando más y más, inmediatamente  su rostro se empalidece, sus ojos rechinos muestran  cuán dolor siente. De pronto, se acerca una mujer de  contextura gruesa, mide aproximadamente 1.50 cm, de ojos marrones claros, su piel es de color blanco, sus cabellos ondeados.

Él se apoya  sobre ella  inquietamente, Sus ojos se llenan de lágrimas empiezan a recorrer por sus mejillas no encontrando un fin, La señora asutada  lo  traslada hacia adentro y con  fuerte sonido  cerró su puerta.
Al medio día; una ambulancia con el famoso sonido se iba aproximando inmediatamente, se cuadra en la puerta de su morada, bajan dos enfermeros llevando consigo una camilla, la puerta se abre e ingresan;   las personas del vecindario salen de sus  domicilios alarmados;  se escuchaba murmullos, de pronto el silencio se apoderó del vecindario, en seguida salen y suben al vehículo.

Los enfermeros, la camilla pero ya no vacía, sino con el señor Víctor, si así se llama, creo que estaba desmayado. Atrás de ellos sale desesperada una niña gritando  ¡papá, papá!  Llena de lágrimas,  debe de tener 8 años; mientras que su mamá reflejaba en su rostro una profunda tristeza,  sujeta fuertemente  los  hombros de la pequeña, salen dos jóvenes;  uno se llama José; es  alto, delgado; Julio, es  bajo, de contextura delgada. Son  sus hijos, inmediatamente se dirigen a la esposa de Víctor  y  la abrasan.

El Chofer  se acerca,  conversa con la familia de Víctor.  José,  le carga a la niña que lloraba desesperada,  la lleva hacia adentro de su vivienda. Mientras que su esposa y  Julio se acercan al vehículo y  suben. La ambulancia  con el sonido de la sirena  emprende su misión.



En  silencio los vecinos ingresan a sus hogares, el  ambiente del vecindario parece estar triste, el viento sopla y sopla, parece que va a llover.    

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